miércoles, 31 de marzo de 2021

EL VERBO SE HIZO CARICIA



Hay una parte de mí que, en instantes, marcha. 

Esa que ahora exhala y pasea por campos atiborrados de girasoles; que extiende enormes alas sobre las molleras de los árboles, haciendo mancebo al viento y husmeando en los tejados, albergando almas, llantos y sonrisas.

La que, arraigada cual más a su credo, desecha perplejidades y anticipa gozos de lo intangible, confundiendo muerte y vida. 

La que anida en prolongados e inmortales recuerdos, haciendo de los más sentidos, su voz, su fuerza y su alimento.

Esa parte de mí que, en pretéritas horas, quiebra mi garganta e identidad y habita, en fracciones, las dulcísimas imágenes de mis años mozos, alegría de verano, perdurando sueños juveniles y tardes de sábado, con radiante sol, en romance con el aire y los anhelos recargados. 

¡Amando! La espero. Susurro. Último rayo celeste, soplo de amor postremo.
¿Vendrá? Resuellos, en la cumbre del monte un ruiseñor le emula y se esconde, presagio quizá de la noche, del frío y batallas.

¡Soñando! Le aguardo. Escucho. El cerote se extingue. El alma se aquieta. "¡El verbo se hace carne!" Y en mí, antes de cada partida, forma cuerpo y rostro, eviterno mandato, expresión creadora. 

¡Anhelando! Espiro. Sonidos amorosos, divina infusión. A su orden, me redimo de cíclica muerte y por su caricia resucita mi esperanza, en medio de mares de miseria y fatalidad.

¡Volando! La sigo. Crea los tiempos, segundos semejantes a rosas. Su misterio, quizá el mayor. 

Palabra, tú, mi Eterno presente. ¿Atraparte? Periquete infinito.

Alex C.







domingo, 15 de marzo de 2015

¡ SIKOTHEÍTE ! (In memoriam - Fabio Restrepo Gómez - Farrego)

Sus manos eran realmente grandes. No lo tenía tan claro hasta ese martes en la tarde que le visité, en tanto el sol arreció y los afanes de la tarde quedaron frustrados en la puerta del hospital que hizo suyo. 
Allí estábamos, él y yo. Por mi parte, intentaba infundirle la compasión cristiana y fraterna que me envolvía, revestida con el sello de nuestras manos entrelazadas e impregnada de un inusitado y profundo amor, digno reemplazo a la impotencia de alargar siquiera unos segundos sus suspiros tristes y su aliento de vida. 
- “¡Voz Universal!” 
Pregonó muchísimas veces sobre sí mismo. Portaba Steig en su garganta una voz universal, profunda, más allá de lo
grave, recia, hermosa, resumen de todo su patrimonio acuñado por más de cuarenta años en el interior de su laringe: 
- “Willigan, para los amigos, mi voz universal, quizás la más universal de todas”.
Mi pensamiento se desvaneció; abruptamente la aprehensión del calor emanado por sus recias palmas me regresó a la habitación 412, epicentro de un desbordado y absurdo manejo integral del desahuciado. Mis menudas manos acariciaron el limbo impredecible de su vida y de la muerte, la sutil frontera entre nuestra duda razonable y la trascendencia que se le imponía, el límite entre mi lágrima y nuestra certeza de lo perdido. 
- ¿Quién soy yo para preguntar por qué haces lo que haces o cómo lo haces?
Imbuido, navegaba en las aguas de la mística y los misterios del credo y de mi fe y en tanto el dictamen cumplía su propósito, sin ser abiertamente claro: carcinoma en síntesis científica; el Tánatos para la más simplista de las reflexiones.
La voz universal fue la primera derrotada. ¡Qué ironía! La profundidad de sus cuerdas vocales, el signo distintivo de su presencia y locución, la marca de su impresa exquisitez, se extinguió, se desvaneció. ¡No había voz! La enfermedad la hizo presa fácil, la arrebató y nunca se supo a dónde la llevó. 
Lo primero que perdió para siempre el locutor de la voz universal fue su propio audio. ¿Sátira del motor de mi presencia allí? Lo único e incuestionable, una realidad: William Steig, sin su voz universal, se obligó a trascender, cuando apenas el martes reconocía a la virginal noche y podía decorar todavía las puertas de su último dispensario. 
Por lo pronto yo, al igual que Steig, en rumbo a la inmensidad de una cita no pactada, al punto de encuentro del primer estallido, el big bang remozado, en cincuenta minutos de un trayecto que me pareció de longitudes infinitas, fuerza de circunstancias que me sumió en esos rojizos hierros retorcidos cargados de sangre, carne y añoranzas. Cincuenta minutos descontados para fundir lo Eviterno con el Gran Eterno. Y en tanto, atizada en mis neuronas, aquella cuasi melodía del buen impostor sevillano que me carcomía: 
- “…no me preguntes el sentido de la vida ni que te explique la razón de tu dolor; cada uno busca y hace suyo su camino y no hay uno que sirva para dos...” 
Aun cuando reclamé solo a mis entrañas, aquella sería apenas una fracción de su contundente respuesta. 
Y heme allí. Si.  En jueves, marcado con el cuatro de diciembre de un año en proceso de olvidar, en sede de los dominios de George Alexan Castañé Enzó, el francés por convicción; muisca del altiplano y hasta el tuétano, regentando el señorío de cuarenta metros cuadrados atiborrados de ondas armoniosas y mundo en sonidos: 
- ¿Un Vin Brule tibio, cosecha de primavera del sesenta y seis? ¿de especias silvestres de los bosques de Homsab? 
- Quizá hoy no. Tal vez un trago de agua por favor, de los Alpes. Cada vez hay más sed. Me dijo que vendría, o al menos lo supuse. Estaba tan consternado que la realidad se ausentó. Ya no sé. Igual,  lo espero ansiosamente. 
Y una vez más y sin cansancio: 
- ¿Por qué silenció a la Voz Universal? Y luego, a la partida sin retorno.
Acto seguido, ¡otra vez el estallido de aquél canto¡ revolviendo mis entrañas, ahora engalanando las amañadas, porosas y sopladas paredes del lugar:
- “…no me preguntes el sentido de la vida ni que te explique la razón de tu dolor; cada uno busca y hace suyo su camino y no hay uno que sirva para dos...” 
- Quién? 
Quería confirmar. 
- De Luis Alfredo, su autoría. El uruguayo improvisando en España desde hace más de treinta años. Pero la verdad quien canta no lo sé. Esa versión es nueva para mí.  Apuntó el experto en lo inusual. 
Las preguntas emergían y a su par, la respuesta, como suave fragancia de amor, impregnaba el emulado Bar Francés. 
En verdad, en aquella decembrina hora mis ojos no lo vieron, confirmando la regla de oro teologal. Sin embargo, su aroma me envolvió, esta vez sin saber si por obras del franco colombiano alcohol, no sólo lo advertí, sino que con evidencia lo escuché, en la tonada reticente y repetida, misteriosa y sorprendente, interpretada en versión de escala y nota de una, muy familiar para mi, voz universal:
- “¡Levántate Willigan, creatura de mi alma, por siempre serás!”
Alex C.

jueves, 12 de marzo de 2015

LA FELICIDAD, ESTAR CONTIGO, EN UN ATARDECER, CON AROMA A CAFÉ.


https://soundcloud.com/fundaci-n-edificar/felicidadmp3

miércoles, 13 de agosto de 2014

UN NUEVO AMANECER. SANDRA MADRID SANZ


https://soundcloud.com/fundaci-n-edificar/un-nuevo-amanecer

jueves, 8 de diciembre de 2011

EL TIEMPO QUE RESPIRAS

Brisa fresca, paz a mi razón mis días contigo.

Ausente soledad, extinto miedo, el tiempo que respiras a mi lado. 

¿A quién gritar, mis lágrimas de amor? ¿La alegría de seguir, levantado de la “muerte”, a quién puede interesar? 

Cada rezo, cada despertar ¡eres, estás! 

Que amanezcan un millón de soles más y en las noches frías, tu abrigo, sonrisa de un verano, sin final.

¡Eternidad de Dios aquí! 

(La felicidad existe amor. Feliz aniversario) 

Sandra y Alex  - Inmaculada - 8 de diciembre, 2011.

domingo, 8 de abril de 2007

LA TEORIA DE LA PANELITA DE LECHE

El deber cumplido: entregadas nueve -9- hojas de vida buscando empleo. 

Setecientos pesos en el bolsillo (25 centavos de dólar). Precaria condición económica. 

Dos de la tarde. Precioso y soleado día. Unicentro, el mall, frente a mí. Los afanes, al menos por ese día, en notorio proceso de extinción.

Pensamientos vuelan, reposo en mi alma, descanso a mi cintura en un banco de cigarrería, viviendo en la tarde, los sueños renovados.

 - ¿Dinero? "No te preocupes que no hay", igual nací sin él. 

¿Empleo? Esfuerzos ingentes por lograrlo. 

Sabor a libertad, capaz, arañando como el que más esta existencia, "vehículo fantasma" que arrolló a los "más pensantes". 

Movimientos a mi antojo, gozoso del crepúsculo, caminando, caminando, caminando,  ausentes los reparos, los miedos, las amputaciones del sistema. 

Idea fija en el encuentro con mi hija, aún distante. Treinta cuadras. Medida en reposo para el resignado "de a pié". Las finanzas no dan para el bus "ni de a peso".

Sol, libertad, vida y ganas. Y setecientos pesos: agüita cristal para la sed más de mil. Un quesito con bocadillo, mil doscientos. la diet coke, ochocientos, en botella casi alcanzo, pero en lata, ¡ni de fundas! 

Setecientos pesos, reviviendo mis años de insoportable pantalón corto; los gruños de Don Pastor, "el de tienda": "¿Qué hay de 700? Panelitas de leche, a quinientos la unidad. ¡Qué bueno! Una por favor". 

Tres de la tarde, el astro de luz verdaderamente rey. Azul profundo en el cielo, cerros hermosamente despejados. Libre. Deber cumplido. Y al encuentro de mi hija. ¿Cuántas veces anhelado? ¿Cuántas veces trunco en la implacable soberbia humana? 

¡Mmmmm! !Qué delicia! Cincuenta por ciento de panelita dosificada en treinta cuadras. Frescura a mi garganta sedienta, suculento manjar sustituto del almuerzo. 

Reanudada la marcha, doscientos pesos aún rebosando en mi bolsillo. Un te amo telefónico para aquella a la que creí "estrella de mis años". 

Sudoroso, al fin, un beso a mi retoño, abrazo eterno, alegría perdurable. ¿Y el regalo? Cincuenta por ciento restante de panelita de leche. Así, las carencias de aquél día sólo ligeros accesorios para el trasegar del alma. ¡La felicidad existe!


Alex C.